lunes, 30 de noviembre de 2009

PELIGROS DE PONERSE UN PIRSING

La primera vez que Anne Greenblatt decidió acudir a un anillador -persona que hace piercings, es decir, que perfora la piel para colgar joyas en distintas partes del cuerpo- fue para engancharse un aro fino de acero quirúrgico en el borde de la boca, justo por debajo del labio inferior. Pero después de dos días, el labio de Anne lucía una desagradable infección que sólo desapareció con la ayuda de antibióticos. La idea de poner un aro en el labio (y no una barra, que es lo que se elige para esta zona del cuerpo) no fue acertada. Tampoco la de utilizar una joya tan fina. Cosas, ambas, que debería saber cualquier anillador profesional que se precie para evitar consecuencias que pueden llegar a ser muy graves.

Pero el problema es que los profesionales del piercing no abundan y que los médicos rechazan o ignoran esta técnica (o arte) milenaria que está ganando adeptos en todos los rincones del mundo. En España -donde este procedimiento ha empezado a extenderse hace relativamente poco- no hay ningún control al respecto y cualquiera puede coger una aguja y montar un pseudonegocio en el cuarto trasero de un bar o en plena calle (como ocurre en el popular mercado de El Rastro de Madrid) anillando a la población y exponiendo a los clientes a toda suerte de infecciones. Si se realiza con un equipo contaminado, el piercing puede llegar a provocar hepatitis, infección por pseudomonas, virus herpes simplex, virus Epstein Barr, candidiasis o sida.

En países como EEUU, existe cierto control de quienes hacen piercing, y de cómo y dónde se hace. El uso de autoclaves, guantes, instrumentos y locales totalmente esterilizados -como los de un hospital- se hace obligatorio en una sociedad donde llevar anillos en la cara, labios, nariz, cejas, lengua, pezones, ombligo, orejas, e incluso genitales se está convirtiendo en el signo de identidad más común. Amas de casa, abogados, hombres de negocios, políticos y todo tipo de personas llevan hoy el cuerpo anillado. Sin embargo, en España, y en general en Europa -donde el piercing llegó más tarde- no hay nadie que vele por la salud de los que quieren anillarse.

En EEUU, Gauntlet International cubre todas estas funciones, aquí aún inexistentes. Esta organización es el negocio de piercing más antiguo, reconocido y prestigioso del mundo, que fue fundado en Los Angeles por Jim Ward, en 1975.

Estudios para hacer piercing, venta de joyas, instrumentos y material para anillar, seminarios impartidos por todo el mundo para enseñar esta técnica, vídeos con instrucciones y la revista Piercing Fans International Quaterly (PFIQ) es lo que ofrece Gauntlet, que además ha iniciado una campaña internacional para acabar con los malos anilladores.

Michaela Grey es la directora de los seminarios y codirectora de la revista PFIQ. Grey es una master piercer, término que designa a una persona con muchos años de experiencia, que conoce esta técnica a la perfección, y que es reconocida dentro de esta gran industria como un líder. Un master piercer sabe cómo atender al cliente; cómo realizar el anillado de forma segura e higiénica; qué materiales utilizar; qué tipo de joyas van bien en una zona u otra; qué cuidados requiere el cliente después del piercing; cómo resolver los problemas que aparezcan, etcétera.

"Hay muy pocos master piercers auténticos en el mundo, aunque muchos de los que anillan se ponen el título", declaró Michaela Grey a EL MUNDO. Y lo peor es que muchos se atribuyen el pertenecer a Gauntlet, sin que sea cierto, y van impartiendo seminarios por medio mundo. Esto ocurrió a principios de este mes en Barcelona. Karen Hurt llegó de San Francisco, supuestamente de Gauntlet, para dar un seminario. Nueve personas pagaron 200.000 pesetas (cada una) por cuatro días de clase. "Nunca hemos dado un seminario en España, el primero que daremos en Europa será a finales de año en nuestra sede de París, en el estudio de Dominique Minchelli, y que será impartido en español", dice Grey. (23 Rue Keller, París 75011. Tel: 33-1-47-00-73-60).

En EEUU, existe una Asociación de Anilladores Profesionales (Association of Professional Piercers, APP) que ofrece en Internet una lista de los profesionales de esta técnica. Según esta lista, no hay ninguno en España.

"Nosotros pretendemos que las personas interesadas asistan primero a un seminario para aprender a anillar y después pasen por lo menos uno o dos años trabajando como aprendices junto a un profesional reconocido", dice Grey. "Yo tengo un dicho Cuanto menos se sabe de piercing,más fácil es. Y esto es lo que ocurre con esa gente que perfora en los mercadillos, algo que desgraciadamente es muy común y muy peligroso porque pueden estar extendiendo enfermedades y causando daños muy graves en el cuerpo de la gente", añade Grey.

La ignorancia de los médicos

Con los médicos pasa algo parecido. Muchos de ellos se horrorizan al ver un cuerpo anillado, y no comprenden por qué alguien puede querer anillarse hasta los genitales.

Pero, últimamente, a medida que aumenta el furor por esta moda, las consecuencias se están haciendo más evidentes -se compartan o no los gustos- y empiezan a aparecer estudios médicos sobre el tema. "La mayoría de estos trabajos es muy subjetiva y los autores no se han informado sobre el tema ni han preguntado a los que se dedican profesionalmente al piercing", dice Grey.

Un estudio publicado en el número de julio de la revista Journal of the American Dental Association (ADA) ha tenido gran resonancia en los medios de comunicación las últimas semanas. El trabajo hacía referencia a un caso de piercing bucal de un músico de rock que acudió en busca de ayuda a la Facultad de Odontología de la Universidad de Virginia Oeste después de tragarse la bola del cierre del anillo que llevaba en la boca. Antes de acudir a la consulta, el paciente se extrajo toda la joyería que llevaba -en la lengua, el labio y la úvula-, cosa que los especialistas descubrieron sólo después de examinarle y encontrar un agujero de unos cinco milímetros en la parte anterior de la lengua y algunos dientes rotos.

"La consecuencia más obvia del piercing oral es el dolor", escriben los autores, Shelia S. Price y Maurice W. Lewis, "ya que el proÑceÑdiÑmiento ocurre sin anestesia. Y, además, la joyería intraoral puede dañar los dientes (que pueden romperse al morderla accidentalmente), dificultar el habla; aumentar la salivación y herir las encías".

Para Michaela Grey, estos estudios dejan mucho que desear. "La ADA y muchos médicos suelen dar ejemplos de anillados muy poco frecuentes, como el de la úvula, que se hace muy poca gente y que la mayoría de anilladores se niega a realizar. Y esto les sirve como argumento para decir que el piercing es peligroso", dice Grey.

Sin embargo, estas críticas no son extensivas a todos los galenos. En EEUU, se han empezado a crear listas de médicos simpatizantes del piercing a los que los anilladores pueden enviar un cliente que haya tenido complicaciones, y que responden sin alarmarse.

Según Grey, la mayor chapuza del piercing es utilizar las llamadas pistolas para las orejas, un instrumento que se utiliza para perforar, pero que no se puede esterilizar entre intervención e intervención, y que fue diseñado en su origen para marcar al ganado.

Uno de los sitios donde suelen aparecer infecciones por un anillado es el cartílago superior de la oreja. Y la época más peligrosa para hacérselo es el verano, debido a que son los meses de los baños en piscinas, en los que se suda más y en los que esa zona de la oreja está más húmeda y más propensa a infecciones.

Además, es una zona difícil de tratar, incluso con antibióticos intravenosos, y a menudo las perforaciones acaban deformando el tejido. "Hemos tenido varios casos de niños con orejas deformadas que tuvieron que ser reconstruidas, lo cual es doloroso y caro", dice Ronna Stanley una doctora de Ohio que escribió recientemente un estudio sobre las infecciones frecuentes durante el post-piercing en la revista médica Pediatrics.

"En Europa, estamos muy retrasados", reconoce Toro, anillador y propietario de Biotek, un establecimiento del barrio de Malasaña de Madrid. "Yo recomendaría que las personas que quieran hacerse un anillado exijan una serie de cosas. Hay que fijarse en cómo se va a hacer el trabajo, qué tipo de material se va a utilizar (el acero quirúrgico y el niobio son los básicos) y cómo se va a poner el pendiente (guantes, etc). En definitiva, el cliente debería exigir lo mismo cuando acude a un anillador que cuando va al dentista", concluye Toro, que lleva 25 pendientes repartidos por todo su cuerpo.

De acuerdo con Michaela Grey, si la persona que realiza el piercing es profesional no hay que temer los siguientes riesgos:

  • Contraer una enfermedad transmisible del anillador, como el sida o la hepatitis.
  • Ser perforado con una pistola para las orejas o un catéter o cualquier otro instrumento inadecuado.
  • Ser perforado con anestésicos (esto conduce a una hinchazón del tejido, exceso de linfa en el área y una entrada de la aguja muy profunda y sinuosa, sin contar con la posibilidad de que aparezcan reacciones alérgicas a los productos anestésicos).
  • Ser anillado con joyas hechas con materiales, tamaños, grosores o estilos inapropiados.
  • Ser anillado en una zona inapropiada o peligrosa.
  • Desarrollar una reacción química debida a los productos de limpieza recomendados por el anillador (agua oxigenada, alcohol u otros productos que no son adecuados para el cuidado after-piercing).
  • No hacer un seguimiento de cuidados en el caso de que ocurran complicaciones.

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