viernes, 26 de marzo de 2010

QUE ME PONGO

Alejado de los tópicos sobre la preponderancia femenina en este mundo -más en el lado del consumo que en el de la creación-, los pabellones de la Fira de Barcelona han ofrecido una imagen sorprendente: muchos más hombres que mujeres pululando entre los expositores que enseñan las tendencias del llamado 'street style', etiqueta que, como se ha visto, en el fondo puede englobarlo casi todo, desde una chaqueta de chándal a un traje, casi de noche

Miles de jóvenes "peregrinos", profesionales del sector y curiosos, se han paseado por esta maraña de expositores, ubicados en un entramado de pasillos bautizados con nombres de calles de Barcelona y Berlín, donde suele ser habitual que el espectador más curtido prefiera detenerse a observar a los visitantes, verdaderos maniquíes en vida, que a hurgar entre las perchas en busca de novedades.

Así, y a pesar de la estridencia que el estilo "nu rave" ha querido imponer en los últimos meses con la vuelta de los colores ácidos en todas las prendas -un ejemplo lo hemos tenido en los saturados de las firmas Pa:nuu y Lazy oaf-, el negro y los tonos oscuros han sido casi uniforme en la mayor parte de los asistentes, ya sea en pantalones pitillo -un clásico del revival-, chaquetas cortas y estrechas y en esos zapatos a ser posible en punta.

Sólo el dorado de las grandes bolsas tamaño "king size" que la organización ha repartido entre sus invitados ha ayudado a romper cierta monotonía cromática en el interior de los pabellones, algunos de los cuales se asemejaban, gracias a este complemento gratuito, a a un gran vestido de lentejuelas de oro en movimiento.

Confirmado también en esta edición que las cabezas masculinas tienden a cubrirse, ya sea con alguna de la más variada colección de gorras, gorros o viseras, como por la proliferación de sombreros de ala corta -’pork pie’-, quizás influencia del estilo "Pete Doherty", el nuevo poeta maldito del rock británico, en un mundo, el de la música, siempre dispuesto a crear nuevas referencias.

A pesar de la apariencia famélica de algunos de ellos, los vigilantes de la moda también se nutren y llenaban los puestos de comida rápida instalados en la plaza exterior del Palacio de Congresos, donde incluso, en algún caso, había que hacer cola, situación que contrastaba con los salones medio vacíos de los dos restaurantes de cocina de alto nivel ubicados en el interior.

Mucho más éxito ha tenido el concurrido expositor de Cross, la marca de zuecos de plástico de colores -algunos de ellos ribeteados con el tradicional borreguillo-, que disponía de una extensa barra en la que se despachaban cócteles.

El buen tiempo se ha aliado con esta edición invernal y más de uno de los potenciales compradores se contentaba con ingerir un bocadillo mientras contemplaba el trasiego desde un banco de la avenida María Cristina o tomaba un respiro en el "cruce" entre Lubecker strasse y Unter den Linden, donde se ubica una zona descanso amenizada por los platos de algunos afamados dj’s.

En el interior de los pabellones, los visitantes también hacían cola para entrar en los expositores de algunas de las firmas más conocidas, mientras que los pasillos aparecían abarrotados en las zonas bautizadas como "fashion" o "denim", dedicada a la ropa tejana.

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